Si bien el cabaret estadounidense como lo conocemos nació en la década de 1970, sus tradiciones se remontan a más de cien años, donde incluso se hicieron campos cruciales de entrenamiento para escritores e intérpretes.
En Francia, la palabra cabaret se refería inicialmente a cualquier negocio que sirviera bebidas alcohólicas, sin embargo, la historia de la cultura de este espacio comenzó en 1881 con la apertura de Le Chat Noir en el distrito de Monmartre de París.
Se trataba de un salón informal donde poetas, artistas y compositores podían compartir sus ideas y composiciones a un público que disfrutaba justo eso. Este lugar que marcó el inicio de esta tendencia en Europa atrajo a notables personajes como Maupassant, Debussy y Satie, y dado el inmediato éxito que disfrutó, pronto surgieron algunos otros por toda la capital francesa, y para 1900, aparecieron establecimientos similares en varias ciudades francesas y alemanas, unos que servirían como los estandartes por excelencia de estos espacios.
Con el paso del tiempo, y aún más después de la Primera Guerra Mundial, muchas de estas salas que a continuación mencionaremos contaron con entretenimiento programado que variaba en tamaño desde unos pocos músicos hasta shows completos, creando incluso una nueva intimidad y un espíritu informal a las representaciones públicas.
Cuando Hitler tomó el poder en 1933, el cabaret fue una de las primeras víctimas del terror nazi.
Algunos escritores y artistas fueron arrestados y llevados a campos de concentración, algunos se suicidaron, y otros dejaron Alemania para irse a los Estados Unidos u otras partes de Europa. Los pocos que intentaron regresar al cabaret después de la guerra descubrieron que había perdido el entusiasmo, la vitalidad y el mordisco que lo habían convertido en una fuerza tan notable durante la primera parte del siglo.
Con los años, los cabarets se volvieron innegablemente en parte de la identidad de la capital parisina, y aunque Alemania entró en una nueva década y Berlín estuvo marcada por la depresión económica y una polarización de la política hacia la izquierda y la derecha, y muchos de los actos suavizaron su contenido para afrontar los desafíos de la Segunda Guerra Mundial, estos espacios rompieron barreras en cuanto a la formalidad y moralidad del comportamiento del pueblo, que adquirió una mayor tolerancia y libertad de expresión del individuo.
Fuente: Moulin Rouge | Pictolic
Estos son tres de los más notables:
Neopathische Cabaret
Probablemente, la moda del cabaret alcanzó su apogeo durante la llamada Edad de Oro de Weimar, un período que ocurrió entre 1925 y 1929 conocido por su gran y vibrante vida urbana, además de la popularización de nuevos estilos de música y danza.
Habiendo experimentado anteriormente una monarquía autoritaria, donde el entretenimiento y las actividades sociales estaban estrictamente reguladas, muchos alemanes vieron con ojos de liberación la aparición de estos espacios, especialmente del Neopathische, que además se convirtió en un escenario para los primeros expresionistas.
Mientras en Alemania lidiaba con las almas torturada de un pueblo envuelto en el caos y la posguerra, la afluencia de dinero extranjero y la reactivación económica de finales de la década de 1920 alentaron la celebración, el gasto y la creación de este lugar que retrataba la realidad convulsa de un país que por momentos se desarmaba.
En estos años, en medio de la inestabilidad política y económica europea, la música de Kurt Weill, los shows del Neopathische Cabaret, y los textos de diversos autores, entre ellos Bertolt Brecht, hilvanan una historia donde los artistas estaban en la trasformación continua y orgánica de un país.
Eldorado Cabaret
Si se busca en las guías históricas de Berlín, el cabaret Eldorado es uno de los recintos con más historia en la ciudad.
Este lugar, fundado entre 1900 y 1907, fue famoso por ser uno de los cinco locales de ambiente LGBT que floreció durante el período de entreguerras. Su programa incluía espectáculos estridentes y dirigidos a un público mayoritariamente heterosexual, que entonces como ahora, seguían su curiosidad y se atrevían a hacer una escapada al misterioso e infame Berlín.
Albergando la visita de poetas, artistas y músicos, Eldorado Cabaret se convirtió en un espacio en donde las minorías sexuales podían expresarse con mayor libertad que en décadas anteriores, y floreció gracias a que su escenario puso de moda disfrutar de la emoción voyeurista de mezclarse con los forasteros de la sociedad.
Como escribió Peter Sachse en la revista Berliner en 1927, Eldorado fue el lugar obligado para la sociedad berlinesa, y para los extranjeros, una visita forzada donde la exploración estaba a la orden del día.
Paradis Latin
Quizá la fotos cabareteras más buscada por los turistas en París sea el Moulin Rouge, pero hay un local de este tipo con solera e historia interminable, y ese es el Paradis Latin.
Los comienzos de este lugar dedicado a la expresión de todo tipo se remontan a la época napoleónica cuando, en 1803, comenzó como teatro de comedia tras ser inaugurado por Napoleón en 1803.
En 1887, durante la preparación de la Exposición de París de 1889, Gustave Eiffel, quien luego presentaría su gran proyecto, reconstruyó el teatro al mismo tiempo que su torre, convirtiéndolo en un "teatro de excentricidades" con gran éxito, pero poco a poco, y especialmente con las guerras de las que iría padeciendo Francia, cayó en el abandono, aunque en los años 70 resurgió como burlesque, siendo uno de los cabarets más concurridos de la ciudad.
El distintivo de este espacio histórico es que ante los años de posguerra, se elevó como un patrimonio de la nación, no sólo por sus colores vivos, sino por la valía que le daba a la importancia de expresarse.
Para algunos de sus visitantes e historiadores dela ciudad, Paradis Latin verdaderamente encarna la naturaleza, la identidad, el glamour y las lentejuelas de París, es decir, fue la cara de toda la exuberancia de esta época.