Una vez, el CEO (egresado de Harvard) de una empresa de medios oyó decir a uno de sus periodistas (unamita): “cuando en la Real y Pontificia Universidad de México –hoy, la UNAM– ya se discutían los asuntos mundiales más importantes de la ciencia, las artes y las humanidades, en los predios donde actualmente se alza Harvard todavía pastaban los búfalos”. Historia verdadera.
La UNAM fundada el 25 de enero de 1553 –una auténtica pieza del Cinquecento en el Nuevo Mundo–, cumple hoy 470 años y también está celebrando 100 años de muralismo, pues en sus espacios públicos cuenta con obras de una variopinta gama de artistas renombrados.
Las piezas más conocidas, de las más de 150 que tiene bajo su resguardo la Máxima Casa de Estudios, acaso sean las de Siqueiros, Orozco, O’Gorman o Rivera. Pero hay un personaje, más bien dedicado a la arquitectura modernista y a las construcciones escultóricas, que forma parte de esta centenaria muestra de arte: el alemán Mathias Göeritz.
Göertiz, co-creador de las emblemáticas Torres de Satélite junto con Luis Barragán, tiene una pieza hecha ex profeso para un muro de 5.8 metros por 6.9 metros en la Facultad de Arquitectura, en la Biblioteca Lilia Margarita Guzmán García, antes llamada Biblioteca Lino Picaseño. La tituló: Poema Plástico, una obra inscrita en la corriente que llamó el alemán “arquitectura emocional”, en contraposición al funcionalismo.
Su instalación fue anunciada en octubre de 1987 y se trata de un muro en color amarillo Lichtensteiniano o Barraganés: ese color primario muy pop art, muy modernista, muy Pompidou. Sobre éste, una serie de caligrafías en hierro negro. De acuerdo con la Gaceta UNAM, ese poema es una réplica del que originalmente se instaló en El Eco (1953), “la primera iniciativa de arquitectura escultórica diseñada por el artista alemán, radicado en México desde 1949, y cuya función es servir de museo experimental”, señala el órgano informativo oficial universitario.
La investigadora Rita Eder –académica emérita del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, citada por la Gaceta– señala que Poema Plástico “es una invitación para pensar las diferencias entre una propuesta que utiliza el muro como soporte de una caligrafía expresiva y la tendencia de carácter narrativo y simbólico que caracteriza a la mayor parte de los murales insertos en Ciudad Universitaria”.
“Al poco tiempo de llegar Göeritz a México no fue muy bien recibido por Rivera y Siqueiros. Es cierto que él fue el principal autor de su propia biografía y quizá exageró la mala relación con los muralistas. Estos enfrentamientos formaban parte de la batalla de los estilos entre realistas y abstractos en tiempos de la Guerra Fría”, dijo a la Gaceta la maestra Eder.
Poema Plástico (1987), réplica del original, el cual fue realizado en 1953 en el Museo Experimental El Eco. Foto: Gaceta UNAM
“Göeritz hizo comentarios muy cáusticos sobre el muralismo mexicano, decía que era el arte pop antes de que este tipo de arte surgiera. Estaban en lugares totalmente opuestos. Göeritz influyó en un segundo momento del arte público en México ligado a la abstracción, algo que Siqueiros le reconocería años después”, agrega.
Desde el año pasado, con motivo del centenario de la inauguración del primer mural en la UNAM, El árbol de la vida, de Roberto Montenegro y ubicado en la Sala de Discusiones Libres de la Universidad Nacional de México, la casi cinquencentenaria Máxima Casa de Estudios comenzó a difundir las obras monumentales que albergan sus instalaciones, todas ellas públicas y de libre acceso, para poder gozar de más de 150 trabajos, como el Poema Plástico de Mathias Göeritz. Una estampa un tanto diferente de la bucólica imagen de búfalos pastando en Boston.