La obra de Horacio Quiroz refleja su búsqueda de la fuerza, desarrollando una tenacidad enérgica que sella agujeros y revive emociones debido a su timidez.
Utiliza el cuerpo humano como herramienta de representación del movimiento y cambio ante la polarización en nuestra realidad tanto individual como social, encarnando concepciones mutantes mediante anatomías imposibles a manera de radiografías de las vivencias que nos someten a evolucionar como individuos.
Sin duda, se trata de un artista que se caracteriza por su frescura e interés por explorar el cuerpo humano como cabina receptiva de emociones y la capacidad de transformarse a sí mismo a través de impulsos catalizadores que se activan al sentir y vivir una experiencia.
Nacido en 1977, el artista radica y trabaja en la Ciudad de México. Estudió Diseño Gráfico, trabajó por 12 años como creativo en reconocidas agencias de publicidad, y a partir del 2013, se dedicó de lleno al arte.
El desafío de la autoexploración y la manipulación de los sentimientos se han convertido en parte fundamental de sus obras; ahora que ha emergido a través de un proceso personal, que también ha sido terapéutico.
El contexto del artista revela un escaparate que presenta emociones que toman forma al salir y envolver su intimidad, de modo que el artista ha encontrado un tono interpretativo construido a partir de un discurso relacionado con la historia construida por cada individuo desde su nacimiento, en los primeros contacto con el mundo.
Por otro lado, el artista considera que el mundo adulto moldea la mente de un niño, cuyas emociones se condicionan a medida que crece, de esta manera se tuercen.
¿Cuántos interrogantes emocionales, problemas no resueltos, interrogantes íntimos no se cobijan en lo más profundo de la existencia?
Con su arte, Horacio hace radiografías de estas circunstancias, especialmente de aquellas que no se pueden contar con palabras y solo a través del dibujo y la pintura se diluyen para ser interpretadas.
Cuerpo y piel se presentan en una catarsis evocando el espíritu a emerger, ofreciendo una conferencia de apertura llena de denso significado sobre la vida personal del artista y el proceso por el que ha pasado; así es como las imágenes proyectan un profundo impacto en quien las mira.
Su curiosa, grotesca y evocadora obra demuestra que se activa la confrontación entre el punto de interacción y la adaptación al mundo adulto encontrando una definición que va desde la vulnerabilidad y el coraje para seguir su camino.
Por tanto, se convierte en una devoción por la práctica artística como medio para sacar contenidos acumulados a través de sus vivencias.
Al final de todo, Horacio es un deformador de realidades. Vive en un paralelo de rostros paranoicos y retorcidos. Su pintura representa el movimiento y el cambio que sufre el cuerpo al someterse al paso del tiempo.
La obra de Quiroz ha sido seleccionada en la XVII Bienal de Pintura Rufino Tamayo, ha participado en varias ediciones de Salón Acme en CDMX, ha expuesto en distintos recintos y galerías de México, Australia y Estados Unidos además de contar con publicaciones de su trabajo en Estados Unidos, Canada, Dinamarca, UK, Alemania, España y México.