El nombre de Edgar Ende puede ser que no te suene mucho, pero su contribución al mundo del arte como pintor surrealista fue verdaderamente significativa.
Después de Max Ernst es considerado como uno de los primeros y principales pintores surrealistas alemanes.
Nació en Altona, Alemania, el 23 de febrero de 1901 y alrededor de los 14 años ya contaba con un marcado estilo, uno en gran parte influenciado por el trabajo de Novalis.
De 1916 a 1920, Edgar Ende asistió a la Escuela de Artes y Oficios de Altona donde brilló por su gran y verdaderamente especial talento.
En 1931 viajó a Italia y pudo observar el trabajo de Giorgio de Chirico, que tuvo un gran impacto en su obra.
Precisamente en esa década, en la de los 30, fue cuando alcanzó fama de forma internacional gracias a sus asombrosas pinturas.
El gran problema se suscitó cuando los nazis llegaron al poder, pues sus pinturas fueron catalogadas como arte degenerado.
Debido a lo anterior gran parte de sus creaciones fueron confiscadas, pero esto no fue la peor parte ya que poco después la bodega en la que se encontraban fue, literalmente, bombardeada así que todas ellas quedaron reducidas a cenizas.
Ende fue movilizado en 1940 y destinado a un regimiento de artillería antiaérea, pero a pesar de esto jamás renunció a su gran vocación así que como pudo siguió pintando.
Sus pinturas, en las que mezcló poéticamente magia y fantasía, carecían de movimiento pero lograban comunicar un sinfín de emociones a través de sus inolvidables escenas.
Desafortunadamente, como en el caso de muchos grandes artistas, la obra de Edgar Ende obtuvo escaso reconocimiento cuando este aún vivía, pero con el paso de los años su legado ha sido realmente valorado.