Pantuflas, babuchas, slippers, chaussons, pantofole, chinelos, etc… se les conoce de mil formas, y existen infinidad de modelos y presentaciones de ellas, pero su origen radica en lo mismo: comodidad y protección en ambientes cerrados.
Desde que los humanos comenzaron a transportarse de un lugar a otro y ser nómada era el único estilo de supervivencia, las primeras civilizaciones buscaron resolver el modo de cuidar sus pies al caminar por senderos rocosos o complicados; así surgió el calzado, que en ese entonces era, comúnmente, un trozo de cuero sostenido al pie con una especie de cordel.
La confección de este prototipo de calzado, hecho de distintos materiales de acuerdo a la región –existen zapatos hechos de paja trenzada y láminas de hoja de palmera, provenientes del antiguo Egipto– fue perfeccionándose.
De este modo, tanto en las culturas orientales y africanas, como occidentales, establecieron distintos estilos de zapato. Mismos que compartían la característica de separar las clases sociales, y buscar continuamente la mejoría en funcionamiento y diseño.
Un ejemplo de esto fueron las sandalias de cuero con incrustaciones de oro halladas en el baño del faraón Tutankamón, o el calzado utilizado en el siglo XII al oeste de África, al norte del Sahara –actualmente Mauritania, Marruecos, Argelia, Túnez y Libia– conocido como babuchas por los vocablos bābūš y pāpuš, que significan cubrir el pie.
Estos eran utilizados principalmente por los sultanes, jeques y emires para sentirse cómodos dentro de sus aposentos, y estaban fabricados con finas telas. Posteriormente, las babuchas también eran una prenda utilizada por las cortesanas que conformaban su harem.
No obstante, en estos casos el uso no se debía a la comodidad únicamente, sino a una manera de mantenerlas cautivas, ya que el diseño del calzado (suela delgada, punta ligeramente picuda, y talón descubierto) les impediría escapar.
Uwabaki, la herencia japonesa de confort
Aunado a las babuchas, existen los uwabaki, un tipo de calzado japonés hecho especialmente para utilizarse en interiores, como casas, escuelas, empresas o edificios públicos en donde está prohibido el uso de zapatos que hayan pisado la calle.
Esta tradición se extiende hasta la actualidad en Japón, y en otros lugares del mundo que han sido influidos por esta práctica; por lo que, generalmente, al entrar al hogar o al genkan se acostumbra dejar los zapatos sucios a la entrada, y se intercambian por un par de uwabaki.
Ahora que sabes esto, puedes rendir tributo a los zapateros que confeccionaron esas pantuflas que te acompañan durante tus jornadas en casa, mientras mantienes limpio tu hogar.