En la década de los 90, Corinne Day otorgó a la fotografía de moda realismo descarnado y un toque grunge, lo que la convirtió en una de las más fotógrafas más cotizadas.
Sin embargo uno de sus trabajos más recordados y aclamados es el que realizó en 1996, cuando se enteró que tenía un tumor canceroso en el cerebro, dejando clara su necesidad de registrar las experiencias humanas a través de una cámara.
Al enterarse de que estaba enferma, Corinne le pidió a su esposo que le tomara fotos para registrar todo. El proyecto tomó otra dimensión cuando decidió documentar su tratamiento y los que fueron sus días finales, hasta 2010.
Para la artista, la importancia de la fotografía radicaba en acercarse lo más posible a la vida real mostrando cosas que normalmente no se ven. Estos son los momentos más íntimos de las personas y, a veces, la intimidad es verdaderamente triste.
Corinne Day construyó su reputación sobre el impecable manejo visual que realizaba, además de que nunca aceptó retocar con tecnología la imagen de sus modelos ya que presentarlas con ojeras, cicatrices o cualquier otra cosa era importante pues ellas así eran en la vida real.
Fotografiar a las personas en sus entornos diarios fue otro de sus sellos, debido a que lo artificial le molestaba.
En los momentos decisivos de la carrera de Corinne Day, la llamada supermodelo Kate Moss fue la gran protagonista y justo ahí, rompiendo el glamour establecido, fue que la fotógrafa se estableció como el lado grunge de la moda.
Ganó fama y reconocimiento por su trabajo en la industria de la moda, pero Corinne Day anhelaba documentar las vidas de las personas que mejor conocía, así que en el 2000 publicó Diary, libro donde contaba historias visuales, incluidas la lucha de una madre soltera por sobrevivir.
Corinne Day nació en Ealing, Inglaterra. Su madre dirigió un burdel y su padre fue un delincuente, por lo que al divorciarse sus padres, cuando solo tenía 5 años, ella fue enviada a vivir con su abuela.
De adolescente, cuando viajaba en un avión conoció a un fotógrafo que le sugirió modelar y así lo hizo tiempo después para Guess Jeans.
En Japón se cruzó con el cineasta Mark Szaszy, quien le enseñó a usar la cámara fotográfica. Poco tiempo después la pareja se casó y Corinne Day comenzó a tomar fotografías de las vacías y monótonas vidas privadas de las que eran sus compañeras modelos, quienes parecían tan sofisticadas en público.
Sus imágenes empezaron a llamar la atención por ser algo melancólicas y sentirse reales. Cuando estuvo lista llevó su trabajo al Director de Arte de la revista The Face, quien le pidió que tomara algunas fotos.
Poco tiempo después y buscando entre varias agencias de modelos británicas, encontró a Kate Moss y así fue como su carrera, como la de la modelo, despegó.
Su vida fue breve. Murió a los 48 años de edad, pero dejó su huella en lo que más le apasionaba: el mundo de la fotografía.