Hablar de la pintura neoclásica y romántica es hacer referencia al pintor francés Jean-Auguste-Dominique Ingres (Montauban, 1780-París, 1867).
Hijo del pintor, escultor y decorador, Jean Marie Joseph Ingres, el artista ingresó a la Academia de Tolouse a la edad de 11 años, donde recibió educación en pintura y música.
Aficionado de las líneas delgadas y el trazo delicado, así como del trabajo del pintor Rafael Sanzio, Ingres también se inspiró en la obra de sus maestros: Pierre Vigan, Joseph Roques, Jean Briant y Jacques-Louis David.
Esto aunado a la influencia de los trazos de Boticcelli, Mantegna, Masaccio, Piero, y el periodo artístico italiano denominado Quattrocento, el cual tuvo impacto de manera notable en su obra.
Maestro del dibujo, el trabajo de Ingres no fue bien recibido en los salones de arte franceses, debido a sus sorprendentes desnudos femeninos.
Muestra de ello es La Gran Odalisca (1819), una de las obras más notables del artista y que actualmente reside en el Museo del Louvre.
De Ingres sobresalen la fascinación de la nobleza y la alta burguesía por sus retratos, y su influjo en el arte de Pablo Picasso.
Además, una de sus pinturas, Blessing Christ (1834), se popularizó —al igual que otras obras neoclásicas y renacentistas— entre las generaciones más jóvenes mediante las redes sociales, quines han recurrido a dicha imagen para hacer distintos tipos de sátira, humor y memes.
Sin embargo, de su legado también se distinguen las obras El voto de Luis XIII, El baño turco, Júpiter y Tetis, La Bañista de Valpinçon, entre otras.
Aunado a su labor como artista, fue segundo violinista en la orquesta del Capitolio de Touluse, director de la Academia de Francia en Roma y senador del Segundo Imperio.