Una noche de 1964, un ladrón entró a la casa de Francis Bacon. Cuando estaba más seguro de que nadie lo había escuchado, el pintor irlandés apareció, prendió la luz y le dijo que, como ladrón era muy malo, así que vería qué tal era como amante.
Esa noche, Francis Bacon y George Dyer iniciaron una relación pasional, tormentosa, pero sobre todo establecieron una relación masoquista.
Para entonces, Bacon ya era un pintor realmente célebre, sus obras habían trascendido las fronteras de su país. A este le gustaba gozar de su éxito y trabajaba para consolidarlo. Lo único malo era que lo hacía sin importarle lo que sintiera George, pues embelesado con su propia obra no se enteraba de las depresiones que continuamente padecía su amante.
Obsesivo como era, Bacon pintaba autorretratos con frecuencia, pero también era un profundo admirador de la obra de Velázquez y estaba hechizado con el retrato del Papa Inocencio X, por lo que a partir de 1949 comenzó a pintar variaciones en torno de este cuadro.
Francis Bacon y George Dyer, 1965. Francis Bacon. Foto: Sotheby's
Pero también George posó para varios de sus cuadros, el más famoso de ellos es el que pintó en 1968: George Dyer en un espejo. Como en todos los cuadros de Bacon, su amante se percibe desesperado y a punto de estallar. Su pintura toca las fibras más sensibles, por lo que mucha gente se sentía angustiada cuando miraba sus cuadros.
En total permanecieron juntos por siete años, periodo en el que Bacon manifestó una profunda incomprensión de su amante. No le importó que George tuviera problemas con las drogas, ni verlo sumido en profundas depresiones. En 1971, mientras inauguraba la que fue quizá la exposición más importante de su carrera, en el Grand Palais, de París, se enteró de que George se acababa de suicidar en Londres.
A George, muchas veces Francis Bacon lo insultó en público, no obstante que lo veía sumido en la tristeza. De su muerte no habló, lo que resultó impactante.
Study After Velázquez's Portrait of Pope Innocent X, 1953. Francis Bacon. Foto: Francis Bacon Website
Lo anterior no era de extrañarse pues a este artista pocas cosas lo movían. Le importaba muy poco lo que los demás pensaran de él. No le interesaba el lujo ni la celebridad. A pesar de que sus obras alcanzaban con el tiempo cada vez mayores precios, él seguía viviendo en el mismo pequeño departamento de South Kensington, en Londres.
Pero quizá, también pintaba para encontrarse a sí mismo. Le gustaba estar cerca de los recuerdos más bellos de su infancia, pero por otra parte, no podía huir de los recuerdos más horribles ya que de niño le tocó enterarse de cómo una banda de pistoleros asesinó en Dublín a 14 agentes británicos, mientras dormían o desayunaban.
Muchos críticos aseguran que todas estas escenas de gente acribillada en las calles de Dublín están presentes en todos sus cuadros, incluso en las que creó basadas en las personas que más lo amaron y él tal vez no supo corresponder de la forma correcta.