Emiliano Di Cavalcanti es uno de los más ilustres representantes del modernismo brasileño.
Su obra se caracteriza por contar con el aroma, el sabor y el color del Brasil. Entre sus temas favoritos siempre estuvo la mujer, especialmente la mulata. Opulentas y sensuales, sus mulatas se convirtieron en parte del imaginario brasileño.
Di Cavalcanti, nacido un 6 de septiembre de 1897, comenzó su carrera y se formó como artista por medio de la prensa, trabajando como caricaturista e ilustrador para Fon-Fon, una revista que se consagró principalmente en la caricatura política, en el tema social y en la pintura de género.
En 1916 decidió trasladarse de Río de Janeiro a Sau Paulo, donde frecuentó la Facultad de Derecho durante tres años.
En aquel momento el joven artista no contaba con mucho dinero, pero sí con muy buenas referencias, y era especialmente talentoso, así que rápidamente consiguió adentrarse en el círculo de los intelectuales vinculados a los diarios.
La actividad que llevó a cabo Emiliano Di Cavalcanti entre 1918 y 1921 fue sencillamente admirable. En Sau Paulo dirigió la revista Panóplia e ilustraba libros de los principales autores de la época: Sérgio Milliet, Guilherme de Almeida, Ribeiro Couto y Mário de Andrade, entre otros.
En Río colaboraba con la revista Guanabara. Trabó amistad con Oswald de Andrade, quien lo presentó a Mário de Andrade y Anita Malfatti. Juntos, constituyeron el primer frente modernista del Brasil, que culminaría en la Semana de Arte Moderno de 1922.
Di Cavalcanti fue uno de los participantes más activos en la realización de la Semana de Arte Moderno. Produjo el catálogo y el programa del evento, organizó la asistencia de Villa-Lobos e invitó a varios artistas, entre ellos, Ferrignac y Martins Ribeiro.
El año de 1923 resultó clave en su carrera debido a que viajó por primera vez a Europa y permaneció en París como periodista durante dos años.
Allí Di Cavalcanti visitó museos y conoció a los grandes maestros del pasado, asistió a espectáculos de danza y de jazz y vio la vibrante escena de la vanguardia europea.
Pero lo que lo marcaría y fue su mayor influencia fue el haber descubierto del expresionismo.
“Un día, descubrí a los expresionistas alemanes. Quedé tan alucinado que rompí todas mis pinturas”, escribió el propio artista en su libro autobiográfico Viagem da minha vida.
En aquel momento, Emiliano Di Cavalcanti se sintió atraído con mayor fuerza por el movimiento Neue Sachlichkeit (Nueva Objetividad), el cual mezclaba la distorsión expresionista, la fragmentación futurista y la precisión del realismo cortante.
Entre sus artistas, el que más lo impresionó fue George Grosz, que unía las características del movimiento en obras que, en la época, eran clasificadas como caricaturas.
Di Cavalcanti representa una vertiente poco frecuente de la ilustración brasileña y precisamente por eso ocupa un lugar único en su historia.
Emiliano Di Cavalcanti conjugó, como pocos artistas, las artes plásticas y la ilustración lo que dio como resultado una relación de intercambio, transformación y mutua alimentación, muy próxima a la síntesis de las artes que sería propuesta por las vanguardias de la década de 1950.
En 1953, junto a Alfredo Volpi, ganó la Bienal de Sau Paulo y un año después fue honrado con su propia retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro.
Di Cavalcanti supo expresar en sus pinturas el lirismo del pueblo brasileño y su sensibilidad sentimental y sensual, extrayendo la máxima poesía de una escena de la vida cotidiana carioca.
Falleció en Río de Janeiro el 26 de octubre de 1976, pero su legado impactó, como el de nadie más, en la causa modernista.