Durante la época de la Independencia en México, la manera de vestir era sinónimo de la forma de vida.
Las prendas marcaban el estatus social y eran reflejo de la cultura europea, sobre todo de España y Francia.
Las mujeres de la clase alta recurrían a vestidos y tocados españoles. Mantillas de color azul o negro, al igual que las faldas amplias y largas, siempre acompañadas de peinetas en el cabello, enaguas, pendientes de oro, collares y sombreros de fieltro.
Por su parte, las mujeres de las clases populares confeccionaban sus diseños con telas rústicas como la bayeta proveniente de telares artesanales.
Para la década de 1820, la moda dio un giro, ya que las damas ricas decidieron cambiar la moda española por el estilo inglés y francés, por lo que agrandaron sus faldas, marcaron sus cinturas y empezaron a usar blusas con mangas tipo globo.
Los hombres de la alta sociedad recurrían al frac, sombrero de copa, chaleco y zapato con hebilla o botas, sin olvidar los jabots, un antecedente de la corbata que consistía en gasas anudadas al cuello.
La moda entre la gente de la clase baja regularmente fabricaba su propia ropa, que era hecha de tela rústica y artesanal.
Los artesanos no usaban medias y calzaban alpargatas o incluso, muchos andaban descalzos.
Los campesinos recurrían al uso diario de la ruana.