El artista plástico Rufino Tamayo fue uno de los pintores mexicanos que plasmó en sus obras una mirada oaxaqueña reconocida en todo el mundo a través de pinturas de caballete, litografías, murales y mixografías donde se perciben las raíces prehispánicas, la naturaleza muerta y el estudio de nuestro lugar en el universo.
Nacido el 26 de agosto de 1899 en Oaxaca, Rufino pintó más de mil 300 óleos a lo largo de su vida, sin embargo, son aquellos que buscan o estudian el universo y nuestro lugar en él los que revelan la fuerte voz, firme pluma y pincel revelador del artista mexicano, que ha proliferado a través de los años, comprobando su diversidad, una que siempre ha fomentado la expresión artística en México.
Cuando Rufino Tamayo apenas tenía 11 años, pasaron dos cosas que marcaron su camino, una fue el estallido de la Revolución Mexicana, un movimiento social que tenía como fin terminar la dictadura de Porfirio Díaz, y la otra, el haber visto cuando el cometa Halley iluminó la Tierra.
La destreza del conflicto social y la belleza del espectáculo natural fueron apabullantes. El recuerdo inolvidable de ambas cosas se transformó en profundo interés intelectual por todo lo relacionado con el infinito.
Años más tarde, en 1939, ya vuelto un reconocido artista en México, recién casado con Olga Tamayo, de quien pintaría aclamados retratos, vuelve a estallar una guerra que haría eco en su trabajo, la Segunda Guerra Mundial, que volcó las conversaciones hacia la amenaza nuclear, la conquista del espacio, la guerra fría y todos esos factores históricos que aumentaban el miedo en las naciones, definiendo para siempre su recorrido artístico.
De esta manera, como si se tratara de una revelación, las constelaciones, las estrellas, las lunas y la investigación sobre las mismas se hacen presentes en una misteriosa composición de trazos y colores de oaxqueño, y es que el pintor comenzó su carrera pintando indígenas, mestizos y espacios cerrados, pero poco a poco, mientras más desarrollaba sus pinceladas, se fue orientando hacia figuras completamente esquemática, figuras pierden sus rasgos individualizados y poco a poco se asemejan a unos robots.
Moon Dog - el Hurgador, de 1973. Fuente: Pinterest
El pintor no tardó mucho en incluir en sus cuadros la nueva figura y el nuevo formato, donde se puede apreciar que aparecen uno o dos personajes frente al universo, de tal forma que la perspectiva en cuanto a contenido y forma de Rufino cambió totalmente al pasar del tiempo.
Desde las primeras obras de Tamayo el cielo ya está presente, bien a manera de promesa de libertad, o a modo de rotundo encuentro con el misterio.
Pero no fue sino hasta Nueva York desde la terraza, de 1937, cuando un personaje masculino, que podría ser el propio Tamayo, vislumbra la ciudad y el horizonte astronómico, revelando códigos en los que el pintor deja entrever algunas claves de su manera de entender la vida: observa, descubre, describe, una aproximación que bien podría definir la visión creativa del artista que siempre aportó sus propios ideales sobre lo que tocaba su ser.
Entre algunas de las pinturas más representativas de Tamyo que miran hacia la cosmología son: El mural transportable, homenaje a la raza india, de 1952; Dualidad, de 1964, un mural en el que son representados dos dioses náhuatl, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca; Moon Dog, de 1973; El Líder, de 1973; La gran galaxia, de 1978; El universo, de 1982, el único vitral realizado por el artista, y Luna y Sol, de 1990, obra que da rostro a estos dos cuerpos celestes, por mencionar algunas.
Dualidad, de 1964. Fuente: Armando Castañeda
A lo largo de su carrera, Tamayo usó la densidad del color y la calidez de la textura en diferentes medios y técnicas: óleo, temple, grabado, dibujo, mural, mixografía, acuarela, litografía.
Ante la construcción de estas pinturas, el mexicano lanza una invitación a la conciencia a seguir buscando en lo desconocido, pues el misterio se entiende mejor si se miran los celestes del artista plástico.
Con estos detalles que resaltan en los lienzos, Rufino se convirtió en un pintor de profundidades mexicanas, pero también de vanguardia internacional y estudio a la rama espaciales, un salto peculiar aunque definitivo y determinante para los aspirantes a pintores.
Entrevistado por Manola Saavedra, en 1981, Tamayo declaró:
Yo fui de los primeros pintores en Nueva York que se preocupó por el infinito, por el espacio, por la aventura interplanetaria; precisamente como consecuencia de que en esa época se empezó a hablar de satélites artificiales, naves espaciales y cosas de esas. El artista es una antena que está recogiendo el hecho del momento, que está viviendo su momento.