En el mercado del arte existen tres nombres que encabezan la lista de los artistas más cotizados: Claude Monet, Pablo Picasso, y Zao Wou-Ki; este último menos popular, pero igual de importante por su sofisticada capacidad de fusionar la estética de Oriente y Occidente en cada obra.
Nacido el 1 de febrero de 1920 en Pekín, China, Zao Wou-Ki estudió caligrafía tradicional durante su infancia y fue alumno de la facultad de Bellas Artes de Hangzhou de 1935 a 1941.
Hacia 1948 migró a París, atraído por el aire artístico que prevalecía en el barrio de Montparnasse, y con el ánimo encendido por acercarse al trabajo de Matisse y Cézanne.
La primera etapa de su carrera se caracterizó por transitar en los elementos de la pintura figurativa; no obstante, sus trazos se decantaron por el estilo abstracto en dípticos y trípticos de gran formato, influido por la obra de Paul Klee y Joan Miró.
Alumno de Émile Othon Friesz y amigo cercano del pintor y poeta Henri Michaux, Zao Wou-Ki desarrolló sus conocimientos en la aplicación de la tinta china al configurar un idioma plástico único que conjugaba las características de la tradición china con el discurso abstracto.
Como residente de la capital francesa se acercó a varios círculos culturales, entre ellos al del surrealista René Char, y el de los pintores Manessier y Soulages; asimismo formó parte del grupo de artistas informalistas, en donde compartía la gracia del galerista Pierre Loeb con creadores como Germain, Mathieu, Riopelle o Vieira da Silva.
Heredero de las prácticas legadas por André Breton y compañía, su pintura se caracteriza por un lirismo relacionado al paisajismo chino, la caligrafía oriental, y por materializar los ecos de una búsqueda interior constante, la espontaneidad gráfica, y la subjetividad.
En 1964 recibió la nacionalización francesa, entró a la Academia de Bellas Artes francesa en 2002, y en 2006 recibió la Legión de Honor del presidente Jacques Chirac. Zao Wou-Ki falleció el 9 de abril de 2013, a la edad de 92 años.
