Una anécdota recogida por el diario El País narra que la artista colombiana Beatriz González Aranda (Bucaramanga, 1938) cursaba el quinto de primaria cuando descubrió su vocación artística.
Lo hizo luego de que su maestra exclamara a toda voz: “¡Una artista, una artista!” al ver su pintura de una monja y una mandarina.
Allí iniciaba, con tan solo 10 años de edad, la carrera de una de las artistas contemporáneas más sobresalientes de Colombia.
De vocación coleccionista –ha reunido desde la década de los sesenta recortes de prensa, folletos, invitaciones, catálogos, y libros relacionados con arte e historia boricua–, Beatriz González se caracteriza por su discurso combativo y crítico, en el que los protagonistas son símbolos y figuras de la cultura popular.
Pionera del arte pop, es calificada por el Museo Reina Sofía como “una incisiva y lúcida cronista de la historia reciente de Colombia”, quien hace de la frase “el arte cuenta lo que la historia no puede contar” un reflejo plástico.
Inició sus estudios en arquitectura, pero migró pronto a las aulas de Bellas Artes de la Universidad de Los Andes. A partir de ahí creó un estilo único y muy particular inspirado en el fotoperiodismo.
De ahí que su obra más reconocida sea Los suicidas de Sisga (1965), una transcripción pictórica de una imagen encontrada al azar en medio de la sección de nota roja de un periódico.
El espíritu rebelde de González la ha colocado en un peldaño altísimo del arte transgresor al retratar de manera íntima e irónica el dolor que trae la realidad de un país convulso.
“La memoria está escondida en los archivos. Gracias a los procesos artísticos y técnicos a los que someto las imágenes de prensa que conservo en ellos, estas se convierten en iconos. Y el icono al difundirse como obra de arte, posibilita la supervivencia de la memoria", explicó Beatriz en una entrevista sobre su pintura.
El trabajo de la artista no se limita al lienzo ni los recortes de prensa, también se ha situado en los muebles, las cortinas, el esmalte sintético y el metal.
Asimismo, se ha desempeñado como curadora con enfoque pedagógico y teórico, y es punto de referencia para los artistas y críticos colombianos al conducirlos hacia la toma de conciencia sobre el arte, los museos y las exposiciones como un puente de transmisión del conocimiento.